viernes, 1 de junio de 2007

NUEVAS AVENTURAS DE DON QUIJOTE DE LA MANCHA

DON QUIJOTE EN EL COLEGIO ALBARIZA

POR ALBERTO ROMERO


Paseábase Don Quijote junto con Sancho y Rocinante sobre un suelo firme de Albariza, al sur de España, encontrándose con libres corceles puros y bellos, que, al lado de Rocinante, este era un ratoncillo sin rabo y desdentado, y pasó Don Quijote con Sancho junto a un pueblucho, donde las mozas eran guapas, y los mozos altos.

Una anciana del lugar les dijo que en estas tierras se criaban viñas, y no bastó más para que Don Quijote incitara a Sancho a un mosto en una venta cercana, y juntos pasaran la noche bebiendo y bebiendo hasta que ambos, caballero y escudero, quedaron sumidos en un profundo sueño.

Un ruido extraño hizo despertar a Don Quijote de su lecho, en la venta donde se habían quedado dormidos. Se acerco a la ventana y miro a través: tanto le impresiono lo que vio, que fue a despertar a Sancho, que roncaba casi tan fuerte como el ruido de fuera y ambos asomaron de nuevo a la ventana. Se quedaron minutos callados. Unas maquinas con ruedas que andaban por si solas, habían atrapado a algunas personas que había dentro de ellas, y las habían hecho vestirse con unos uniformes muy originales. Salieron de la venta y todo el mundo les señalaba, como si de extraterrestres se trataran. Anduvieron por varias calles, a las que ni Sancho ni Don Quijote sabían por que las habían teñido de oscuro y le habían pintado unas líneas blancas. Finalmente, llegaron a un castillo, de color rosa, en cuya entrada ponía: Colegio Concertado albariza. ¿Qué sería eso de Colegio Concertado? Don quijote, con su lanza, dejó a Rocinante en la entrada y, loco por nuevas aventuras, insistió a Sancho para que ambos entraran. Lo hicieron por un pasillo al aire libre limitado por naranjos, en el que Sancho no dudó en hacerle caso a su estomago y coger un par de aquellas deliciosas naranjas. Aquel castillo parecía vació. Recorrieron los exteriores, y se dieron cuenta de que atrás de este se encontraba otro castillo. Más pequeño aunque con pinta de haber soportado varias batallas.
- Amigo Sancho -decía don quijote-, esto que ves aquí es el aposento de la bella dama que vive junto al gran castillo de su noble caballero.
- ¿Estáis seguro?- preguntó Sancho.
- ¿De qué sino iba a haber dos castillos juntos y con un patio común? – dijo Don Quijotote muy seguro de si mismo.
Y ambos, al creerse que se trataba del aposento de una dama subieron a unas escaleras que había en la parte derecha, puesto que sabían que si existiera alguna dama, esta habitaría en la última planta, y probaron a abrir la primera puerta que encontraron. Allí, había muchos mozos y mozos, guapos y guapos, feos y feos, los había de muchas clases. Todos parecían atónitos con su presencia, y miraban asombrados el esquelético cuerpo de Don Quijote y la asombrosa barriga de Sancho Panza que asomaba por la puerta. Al final de aquel extraño cuarto, y lleno de personas extrañas, había tres muchachos en pie, y una mujer ya adulta sentada cerca de ellos, puesta de frente al resto de mozos y mozas. Mientras Sancho solo le prestaba atención a sus naranjas que las comía en la puerta, Don Quijote entró en el cuarto y se dirigió hacia esos tres mozos que estaban de pie. Don quijote estuvo apunto de desmayarse al ver lo que vio. Estos tres muchachos, mantenían en sus manos unos documentos pegados a unos papeles grandes y negros, en los que salían él y Sancho. Este enloquecido, de la emoción, siguió pasando los papeles grandes negros, en los que había también retratos de su amada Dulcinea. Uno de los tres mozos, el más alto de ellos, aprovechando la oportunidad le dijo a la mujer que estaba sentada en un sillón frente al resto de personas, que aun permanecía con los ojos abiertos, pálida y boquiabierta:
- Eva, te presento a Don Quijote y a Sancho, y forma parta de nuestra exposición.
Los aplausos sonaron en todo el cobertizo, ya que los mozos, que en realidad eran alumnos de 3º de eso, creyeron que se trataba de algún familiar de aquel chico, cuyo vestuario, maquillaje y habladurías estaban muy bien conseguidos.
Entre los aplausos, el mozo alto, que se llamaba Alberto, le dijo al oído a Don Quijote:
- Después se lo explicaré todo, vuestra merced.
Y así fue. Este mozo le explico a Don Quijote que se trataba de una exposición para la escuela y que estaban en el siglo XXI.
- ¡Sancho! Deja las naranjas, hemos de ir urgente a la venta en la que despertamos, hemos adelantado en el tiempo – gritó Don Quijote.
Este, con las cosas ya claras se despidió de toda la clase, incluso de la profesora adulta emocionada, que resulto ser la profesora de literatura, y partió, junto con Sancho y Rocinante, no sin antes haberle dicho a la agradable mujer, de nombre Eva, que aprobara con la nota mas alta que existiera a ese alumno tan majo, y al que Don Quijote le calló tan bien.
Horas mas tarde, Don Quijote, Sancho y Rocinante llegaron a la venta, y puesto que nada parecía haber vuelto a la normalidad, decidieron volver a tomarse unas copitas de mosto… así hasta que volvieron a quedarse dormidos. Se volvieron a despertar con las ideas aún mas claras. Todo había vuelto a la normalidad, y los tres, Sancho, Don Quijote y Rocinante, decidieron seguir en busca de aventuras, para que en un extraño futuro, personas como Alberto y sus dos compañeros, puedan hacer exposiciones como la que hicieron, y ser recordados por todo el mundo.
DE CÓMO DON QUIJOTE LUCHÓ PARA ENTRAR EN UN CASTILLO
POR ANTONIO PADILLA

Era de noche, Don Quijote y Sancho se encontraban muy cansados, pues llevaban varios días recorriendo las tierras castellanas en busca de aventuras. Se movían por un camino sinuoso, polvoriento y lleno de guijarros, Sancho no aguantaba más:

- Señor, vamos a parar, que solo continuaré cuando hayamos descansado y comido. - Dijo exhausto.

- Amigo Sancho, te prometo que cuando lleguemos a un castillo, comerás y beberás mejor que cualquier noble. – Afirmó Don Quijote seguro de sus palabras.

- De acuerdo mi señor, le agradezco todo lo que hacéis por mí. - Dijo Sancho algo más contento.

Siguieron adelante, adentrándose en un bosque. Cuando llevaban un buen trecho caminando a través de la espesura, de repente, apareció ante ellos una pequeña ermita en ruinas, que a ojos del hidalgo pareciole un hermoso castillo, coronado por cien almenas.

- Amigo Sancho, dije que os traería a un buen lugar y vive Dios que así lo he hecho. - Hablo Don Quijote creyendo ver lo que no había.

Su fiel escudero que solo deseaba un lugar donde poder bajarse del bicho y dormir a pierna suelta, díjole mil halagos del lugar, aunque en realidad maldecía para sus adentros los ruinosos aposentos que su señor había elegido para pasar la noche.
Cerca ya de la destartalada puerta, salieron como por arte de magia dos bribones, que llevaban ya varias jornadas esperando que algún desventurado apareciera por el lugar. Al caballero de la triste figura, no le dio tiempo a desenvainar su espada, cuando uno de los canallas había saltado ya sobre él.

- ¡¿Qué osáis hacer vil bellaco?! – Bramó furioso – Sabed que estáis atacando al caballero más grande de toda Castilla, y que no podréis impedirme de ninguna de las maneras la entrada al castillo.

Sancho maldecía mil veces su suerte, mientras corría como alma que lleva el diablo a esconderse detrás de unos arbustos del otro truhán, que ni castillo, ni almena, juraba el escudero habría tan grande para poder guarecerse del ataque tan miserable que estaba teniendo lugar.

- ¡Mi Señor! – Gritaba como poseído - ¡Monte su señoría en la cabalgadura, que este castillo lleno de fantasmas anda! ¡No luche vuestra merced contra el Más Allá, que con los del Más Acá ya estamos listos!

Don quijote viendo imposible franquear la entrada con semejante refriega, optó por la retirada, no sin antes asestar un buen tajo a la cabeza del bandido, que lleno de dolor cayó al suelo malherido.
Huyeron pues los dos, el hidalgo y su escudero, adentrándose de nuevo en el bosque. Don Quijote maldiciendo, Sancho Panza agradeciendo al Cielo que por una vez su Señor hubiera tenido a bien sus plegarias y ruegos de retirada.